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Josefa sopló las 102 velas el pasado 5 de abril. CEDIDA
Fallece Josefa del Rio la persona más longeva de la localidad con 102 años

Fallece Josefa del Rio la persona más longeva de la localidad con 102 años

La que fuera abuela de Villanueva del Fresno en 2017 está siendo velada en el tanatorio de la localidad, recibirá cristiana sepultura tras la misa funeral que dará comienzo a las 17.00h del 21 de septiembre en la Parroquia de la Purísima Concepción

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Viernes, 20 de septiembre 2024, 21:35

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La persona más longeva de Villanueva del Fresno, Josefa del Rio Venero, ha fallecido con 102 años.

El tiempo no había logrado mermar su energía ni sus ganas de seguir cumpliendo años, pero se ha ido apagando poco a poco debido a su avanzada edad.

Familia, amigos y vecinos asisten a su velatorio en el tanatorio de la localidad, recibirá cristiana sepultura tras la misa funeral que dará comienzo a las 17.00h del sábado 21 de septiembre en la Parroquia de la Purísima Concepción.

Josefa fue homenajeada como la abuela del año en 2017 por parte del Ayuntamiento local dentro de las Ferias y Fiestas en honor a San Ginés de la Jara.

Por ese motivo, fue entrevistada para este Diario.

La señora Josefa de pequeña estatura a sus, entonces, 95 años guardaba mucha de la vitalidad y de la energía que habían sido su motor a lo largo de su vida.

Nació el 5 de abril de 1922 en Villanueva del Fresno, sólo tuvo una hermana, su padre se dedicó al campo y su madre fue ama de casa.

Vivió la guerra y la posguerra, una etapa que recordaba como una de las más duras de su vida y en la que pasó mucha hambre. Se casó, no recordaba bien, con 24 o 25 años con Pedro Cayero Fiallo, el cual falleció hace 20 años.

De esa unión nacieron siete hijos, cuatro hembras y tres varones, a los que crio con mucho esfuerzo debido a la escasez de comida. En aquel tiempo y durante más de 30 años estuvieron viviendo y trabajando en el campo, los primeros años habitaron un chozo con un par de camas de palo (una para los niños y otra para el matrimonio) y una candela, en el que fueron naciendo los hijos, posteriormente pasaron a una casa.

En aquella época había muchas familias distribuidas en los chozos viviendo en el campo, para nochebuena fabricaban sonajas y panderetas para ir a felicitar y a cantar villancicos con los vecinos de otros chozos, iluminándose con los haces de gamonas e iniciando así la tradición local de quemarlas en Navidad.

Josefa rememoraba cómo a través de la cartilla de racionamiento compraban 'un mendruguito de pan' para cada uno y medio litro de aceite para todos.

Ella cuidaba también el rebaño de ovejas del que era pastor su marido con el que le dejaban tener dos cabras, y contaba que comían patatas, pocas porque no había casi, y garbanzos muchos.

Cada semana vendía los huevos de las gallinas para poder comprar los garbanzos y las patatas. Josefa nunca había podido olvidar «el frío tan grande que pasaba cuidando las lindes, en aquellos otoños e inviernos en los que no dejaba de llover y se tenían que quedar con las zapatillas de tela chorreando».

Según relataba, antes sólo se tenían dos mudas de ropa y se iba a apañar bellotas, de sol a sol, con una tortilla de un huevo en el estómago para todo el día, entonces sí que estaba la vida mala y no ahora que estamos ricos».

Uno de sus hijos lo tuvo sola en el campo, en la tierra a la que se tuvo que bajar del burro por los dolores, como la Virgen María.

Tal y como contó nunca fue a la feria y el día que su marido fue a la misa del Cristo, ella se quedó, trabajadora incansable, haciendo una remera de leña.

Con el deseo de que nunca conozcamos una guerra, Josefa nos despidió, contenta de haber tenido el homenaje en aquel 2017.

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