Los abuelos del año Ramona Barajas y Blas Vinagre serán homenajeados en la plaza
Los abuelos de las Ferias y Fiestas patronales en honor de San Ginés de la Jara 2019, son Ramona Barajas y Blas Vinagre de 97 y 95 años, respectivamente, quienes serán homenajeados el 21 de agosto en la noche del pregón
Como cada año, el Ayuntamiento de la localidad con motivo de las Ferias patronales rinde homenaje a aquel hombre y mujer de más edad del municipio, nombrándoles abuelos del año. Este año son Ramona Barajas y Blas Vinagre, quienes recibirán su homenaje en la plaza de España dentro del pregón de las fiestas el 21 de agosto a las 23.00h.
El abuelo del año
Blas Vinagre González, nació en Salvatierra de los Barros el 25 de julio de 1924. Comenzó a trabajar con tan sólo 12 años, cuando por necesidad tuvo que reemplazar a su padre en el oficio de arriero. A esa edad también le ocurrió un hecho que marcó el resto de su vida, como fue la pérdida de un ojo debido a una esquirla que se le entró mientras zachaba en el huerto familiar, los médicos de aquel momento no supieron gestionar el problema y derivó en el fatal desenlace.
Sin embargo, ni el ánimo ni la vitalidad de Vinagre se vinieron abajo y comenzó todo un periplo vendiendo los artículos de barro elaborados en su Salvatierra natal. Así, recorrió los pueblos de toda Extremadura, Andalucía, Ciudad Real y Madrid, entre otras ciudades.
En Madrid instalaba su puesto en la Pradera de San Isidro, en plena verbena de La Paloma, donde defendía su puesto de algún que otro chulapo que pretendía robarle algún cacharro, a la vuelta de su segundo viaje le dijo a su madre que ya no volvería más a Madrid, porque de tanto que le gustaba se quedaría allí a vivir.

Sus viajes los realizaba en burro, a veces con uno y otras veces con dos, en ocasiones se desplazaba en un carro o llevaba dos, todo dependía de la época de ventas y las distancias a recorrer. Había viajes en los que iba solo y otros en los que salían varios arrieros juntos que luego se distribuían por los distintos pueblos.
Cuando se quedaba sin carga ponía un telegrama a su casa y su madre le mandaba un paquete en el tren a la estación más cercana.
Se casó con María Jara Muñoz, también natural de Salvatierra de los Barros, con quien tuvo cuatro hijos, ocho nietos y cinco biznietos y con quien acabó viviendo en Villanueva del Fresno, pueblo que visitaba con frecuencia debido a los continuos viajes para vender. Vinagre, que fue un negociador nato toda su vida, intuyó que la localidad en aquel momento tenía un gran potencial de desarrollo económico quedándose en ella a vivir.
Tras alquilar una vivienda puso en su planta baja una tienda para vender los 'cacharros' de barro de Salvatierra, montando a su vez una taberna en la que vendía vino, también de su tierra.
A pesar de ello, el objetivo original del señor Vinagre era viajar a Sudamérica, para eso el primer paso era Villanueva del Fresno, el siguiente Jerez de la Frontera, después Canarias y desde «allí saltar el charco» de igual manera que su padre que ya había estado varias veces en Sudamérica vendiendo barro como arriero.
Su padre Francisco Vinagre, tenía una multinacional, pero en el año 1936 en plena Guerra Civil, le sometieron a arresto domiciliario y no pudo salir a vender, motivo por el cual sus dos hijos Blas y Pepe, de 12 y 14 años, respectivamente, tuvieron que hacerse cargo del negocio.
Cansado de vender vino, montó una tienda de ultramarinos en la que vendía alimentos, después cambió a zapatería y tienda de telas. En 1965 se hizo cargo de la concesión del butano en la localidad.
En 1968 trasladó la tienda a la plaza de España hasta 1981, año en que por una enfermedad que le hacía perder visión paulatinamente, se jubiló.
Abuela del año
La abuela del año es Ramona Barajas Guerra, nació un 29 de Julio de 1922, en el 77 de la calle Ramón y Cajal de Villanueva del Fresno. Hija de María Guerra y Tomás Barajas, desaparecido durante la Guerra Civil Española, fue la cuarta de siete hermanos, dos varones y cinco hembras.
A los 14 años se trasladó a trabajar a Badajoz como criada en una casa, desde donde se mudó a otra casa en Sevilla, durante otros tres años.
Más tarde acabó trabajando en Barcelona, de dónde tuvo que volver al pueblo de forma inesperada, a causa de la enfermedad de su madre.
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En 1954 conoció al que sería su marido, Antonio Perera, con el que años después se casó, teniendo a su único hijo, Antonio y mudándose a una casa en la plaza General Infante conocida como La Plazoleta.
Como tantos españoles emigrantes de esa época, ante la falta de recursos, tuvo que marchar sola a trabajar a una fábrica en Alemania, sin conocer el idioma y dejando a su hijo de 3 años con un familiar. A la vuelta, se dedicó a trabajar de aguadora con su marido llevando agua en una carriña desde las fuentes del municipio a las distintas casas de Villanueva, mientras su marido compaginaba ese trabajo con el oficio de esquilador.
Años después, con la llegada del agua corriente a todas las casas, se vieron obligados a dejar el oficio. Aunque continuaron con los otros trabajos, el cultivo de la senara y un pequeño huerto. Tras jubilarse ambos, continuó ayudando en lo que pudo a su marido, del que enviudó hace ya casi 3 años.
Se da la circunstancia de que su marido también fue abuelo del año en 2014.
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